Los que, como un servidor de ustedes, nos dedicamos a asuntos o lenguas que se sitúan más al este de Valencia y más al sur de Almería tenemos que andarnos con pies de plomo para evitar que nos tachen de orientalistas porque el personal es la mar de picajoso. Para quienes no se hayan leído el libro de Edward Said (por cierto, traducido por nuestra colegui Mª Luisa Mavi Fuentes), o, habiéndoselo leído, les importe un pito, conviene explicar que ser orientalista es pecado horroroso y en peligro de muerte si se es medianamente progre, como nos gusta ser o aparentar a los de letras (de ahí que llevemos gafas). Cualquier referencia cultural que no sea elogiosa puede ser considerada imperialista y las comprensivas, paternalistas. Es decir, y esperando que los japoneses no se molesten, si digo que hacerse el harakiri es una solución un tanto radical, seré imperialista; si afirmo que hay que tener en cuenta el sentido del honor japonés, seré paternalista; si, aportando datos científicos, aseguro que fomenta una mejor circulación de la sangre, está bien y es aceptable. También se corre el riesgo de ser sionista, pero ahora no se me ocurre cómo, el caso es que como te descuides, ¡zaca!, orientalista sionista al canto.
Me curo en salud porque voy a hablar de la bonita festividad musulmana del Sacrificio (lo pongo con mayúscula para que destaque la letra inicial), que celebróse la semana pasada, y cuando se habla de costumbres siempre hay quien se lo toma a mal. Si las costumbres son de tu pueblo, a los ofendidos no les queda más remedio que callarse, pero, ¡ay de ti si son de otro! O sea, yo puedo ser todo lo antitaurino que quiera, pero si fuera inglés me pasaría el día aguantando que me recordaran la caza del zorro, por mucho que me opusiera a ella también. Bueno, vamos a lo nuestro:
La fiesta del Sacrificio (Kurban Bayramı) conmemora o celebra el sacrificio frustrado de Isaac por parte de su padre Abraham y el posterior intercambio por un carnero en tierras de Moriah, supongo que donde el Balrog casi se carga a Gandalf. Si no se saben la historia porque no han estudiado en un colegio del Opus como yo, pues se buscan una Biblia. De todas formas, da igual porque para los musulmanes no es Abraham sino Ibrahim, y mucho menos Isaac porque se supone que el hijo es Ismail, o sea, Ismael, como el de Moby Dick, y no se mencionan corderos, carneros u ovejas («le rescatamos mediante un espléndido sacrificio», dice el Corán o Alcorán, pero no explica en qué consistía). ¿Ah, que no sabían ustedes que según la tradición musulmana el bueno es Ismael? Caramba, pues a ver si estudiamos más. Tiene que ser Ismael porque Isaac, hijo de Sara, es el padre de Jacob, que es Israel, y de ahí vienen los judíos (un saludo para Rivka). Ismael es el hijo de Agar y ancestro-antecesor de los musulmanes. Supongo que en realidad tendría que serlo de los árabes, pero no nos vamos a pelear por un quítame allá esas pajas.
Por ese lío de madres y pueblos o etnias es por el que en español tenemos las palabras «agareno» (es decir, descendiente de Agar; ésta le gusta mucho a Goytisolo) y «sarraceno» para los musulmanes (también tenemos «mahometano», que es una barbaridad, como si a los cristianos nos llamaran «paulinos»). El diccionario de la academia, aburrido como siempre, da una etimología muy tontorrona y lógica para «sarraceno» («habitantes del desierto» en arameo), otros dicen que igual viene del árabe «oriental», también una explicación aburrida. Yo me sabía una probablemente (seguro) falsa pero mucho más bonita: que venía de «ad Sara alienum», o sea, «ajeno a Sara», porque descienden de Agar. Y luego me he encontrado otra relacionada con la mía pero mucho mejor: que Sara consiguió que Abraham mandara a Agar y a su hijo a tomar por saco desterrados «con las manos vacías», lo que en griego se dice (supuestamente, porque también le dan el mismo significado que a mi latinajo) «ek tes Sarras kenous». Bonita historia, ¿verdad?
Bueno, volvamos a la fiesta, que es lo que nos importa. Se celebra al final de Du-l-Hiyya, el último mes del año y en el que se hace la peregrinación a la Meca; la auténtica o fetén, porque si la haces en otro mes no es exactamente lo mismo y hasta se llama de otra forma (Umre, en lugar de Hac); sería como ir a misa un miércoles, que a su vez es como tener un tío en Granada. La idea del sacrificio del cordero es imitar la intención de Abraham/Ibrahim con un bicho similar al enviado por el Señor, puesto que sería un tanto contraproducente sacrificar a los hijos si se hiciera con todos (ni ustedes ni yo estaríamos aquí). Lo tradicional es que sea un carnero (por aquello de que fue lo que encontró Abraham) o un cordero (porque está mucho más rico y no tiene ese sabor apestoso a lana). Los ricachones, como ven pequeños y poca cosa a los borregos, optan por toros y, en el sudeste sobre todo, camellos, que no sé cómo estarán estofados. Como pueden suponer, un cochinillo no vale. Los corderitos siempre han sido víctimas propiciatorias desde tiempos de Abel (como lo fue el mismo Abel, por otra parte) probablemente por su estupidez congénita, que los convierte en seres absolutamente inocentes porque no dan más de sí. También es posible que oculten un terrible secreto, pero en eso yo no me meto. Bueno, pues se agarra el dulce animalito en cuestión, se le sujeta la cabeza y se le mete un tajo para degollarlo y dejarlo tieso. Luego le das parte de la carne a los pobres y lo demás te lo comes con salud y buen provecho. Como mi madre, yo no tengo muy claro el sacrificio de estos sacrificios, al menos en pleno siglo XXI, porque, como dice ella y en el caso cristiano, si te tomas en día de vigilia o abstinencia un pollo pestoso que te cuesta cuatro perras, pecas; pero si te tomas una ración de langostinos, pues te estás sacrificando. En fin…
Antes de que el ayuntamiento pusiera firme al personal, las fiestas por aquí eran bastante asquerosas. La gente se compraba su borreguito de Norit y llegada la fecha procedían al degüello. Como no era cosa de hacerlo en casa, se salían a la calle, de forma que poco después de la oración de la mañana corrían por las calles tintos arroyuelos cantarines de roja sangre bermeja cual S. Bartolomé cualquiera porque han de saber que los musulmanes no aprovechan la sangre para hacer ricas morcillas ni para encebollarla. Durante varios días andaba uno tropezando con pellejos, cuernos, tripas y demás guarrerías que hacían la felicidad de perros y gatos. Por no hablar del olor, primero a corderazo, luego a sangre, posteriormente a tripas y mierda y, por fin, a diversos guisos del mismo corderazo, especialmente cocido en su jugo para luego usar la carne en otros platillos. Por cierto, si la fiesta cae en verano no hagan como nosotros y no se preparen unas patatas guisadas con la carne que les han regalado los vecinos porque les puede dar el sarampión menudito. Ahora esas cosas no pasan porque el ayuntamiento ha puesto unos sitios la mar de apañaos donde matarifes profesionales te apañan el bicho en un periquete. De todas formas, yo preferiría lo que te hacen en Carrefour, Dia, Migros y tal, que por un módico precio te dan la carne en tu cajita de cartón y se encargan ellos de repartir el resto entre los pobres (es de esperar), con lo cual no tienes que salir de tu barrio elegante.
Lo bueno que tienen las fiestas por estas latitudes, la de Turquía y España, lo distinto es la longitud, es que, seas de la religión que seas, las actividades lúdicas son similares. Una de las más populares y tradicionales es, por ejemplo, la del toro escapao. Consiste dicha actividad en que amén de corderos y carneros, que son la hostia, es decir, víctimas pequeñas, también pueden usarse para el sacrificio ritual animales más grandes, o víctimas más propiamente dichas, como camellos o toros. Teniendo el camello bastante mal genio pero no estando dotado por Natura de una gran inteligencia, son por lo general los toros quienes aspiran a una vida en libertad. En resumen, que todos los años se escapa alguno sembrando a su paso por la ciudad el asombro, el espanto y la diversión. Como circulan por la calzada, se ve que son buenos ciudadanos, despiertan el asombro y la alarma de los conductores, el espanto de los peatones y la diversión de los televidentes que ven en las noticias los denodados esfuerzos de cow-boys aficionados que tratan de capturar a la fiera noble y bruta.
Otra de las actividades lúdicas durante las fiestas es la del cuñao herido. Consiste en conseguir que un cuñado (y no olvidemos que todos somos cuñados de alguien, por lo cual todos somos susceptibles de participar en la tradición) se autoinmole como sacrificio o, al menos, se automutile. Es cosa de tentarle con la visión del corderillo y diversos murmullos y susurros de ignorancia («¿Cómo se matará esto?»), de forma que acabe afirmando con decisión: «Pues en el pueblo de mi abuela…». Como hará miles de años que no pisa el pueblo y no se acuerda o no se quiere acordar de que en el pueblo mataba a los animales el carnicero, se armará de cuchillo, pronunciará un «Alabado sea Dios y su santo nombre», colocará la hoja del cuchillo en el cuello del animalito y, no me pregunten cómo, se las apañará para pegarse un tajo de cuidado dejando a la inocente víctima propiciatoria tan terne. Le llena a uno de gozo y de fe en la solidaridad y la fraternidad humanas imaginarse las jocosas conversaciones de los familiares en la sala de espera de urgencias. Podrían ser perfectamente españoles.
Así pues, tradiciones como éstas y las de los moros y cristianos son las que superan las fronteras de lenguas, religiones, países y civilizaciones y demuestran el error darwinista de suponer que el hombre está emparentado con los simios cuando, claramente, es bastante burro.
Estimado Rafael: Cada jueves disfruto el «posted-regalo», siempre repleto de sapiencia, desparpajo y buen humor. Tengo que aclarar que el dicho: «El que tiene un tío en Graná, ni tiene tío ni tiene ná», solo se cumple en ese grado de parentesco, jamás es aplicable a los amigos.
Un saludo desde la Fuente de los Leones. Mª Galera.
Muchísimas gracias. El dicho, como casi todos, pensemos en el famosísimo que se aplica a Albacete, es notablemente injusto y no creo que se pueda aplicar ni siquiera a los tíos.
Saludos
Que diver! Gracias por citarme. Besos.
Gracias las suyas. Ahora te escribo por un correo electrónico.
Expresé mi comentario en sentido jocoso. El susodicho «dicho», da a entender, que no se debe esperar nada de personas cuyo favor es siempre hipotético y lejano. (Diccionario del habla granaína)
Comí ahí unos apetecibles pastelitos de postre, ¡y sabían a cordero!
Desde la Torre de la Justicia, mis saludos.
Y yo me lo había tomado en su sentido jocoso. Lo malo de escribir es que no se pueden expresar tonos ni visajes para avisar (y me resulta penosa la gente que escribe cosas como «ji, ji, ji, era broma 😉 ). ¿Pastelillos de cordero? Espero que por lo menos fuera lechal. Un saludo.
Me encantan sus entradas y son una inspiración para mí, una estudiante de Traducción que quiere trabajar con el ruso y el azerí.
Saludos desde Puerto Rico,
Clara L. Cruz
Muchas gracias y mucha suerte. Con las combinaciones de idiomas «raros» todo es cuestión de perseverar un poco porque hay mucho trabajo. Suerte y un saludo desde Estambul.