Mi vida sí consumo (ahora, antes no)

Old Mother Hubbard Tripe Dog With Pipe 1819

Pues, sí, vecina, he decidido darme un descansito de tanto traducir y me he asomado a fumar a la ventana

Bueeeno, pues ya hemos vuelto de las vacaciones (plural de modestia). Por lo tanto, y movido por la alarma pública producida por la reunión del consejo de seguridad de la ONU en la que se trató de las misteriosas vacaciones de este blog suyo (de ustedes que lo leen) y mío (que lo escribo), ha llegado el momento de hacer público un acontecimiento que me ha llenado de una honda amargura: como decía Yahya Kemal, el Rubén Darío de Turquía, y no me pongan esas caras, que el amigo Darío tampoco escribía sólo sobre crisálidas y malaquita, «Artık demir almak günü gelmişse zamandan/Meçhule giden bir gemi kalkar bu limandan», que quiere decir algo así como «Llegado el día de levar el ancla/parte del puerto un barco rumbo a lo desconocido». Como verán, el primer verso me ha quedado con un endecasílabo muy mono, mientras que el segundo es de lo más largo (quince sílabas le cuento) y feo. Esto se debe a varias causas: 1) el primer verso me lo tenía más pensado (y menos el segundo); 2) en el segundo verso se ven mejor los líos en que mete a los traductores el hecho de que el turco sea una lengua aglutinante (esto es una chorrada porque el único problema sería «giden», «que va», pero bueno); 3) otros motivos.

El amigo Yahya Kemal hablaba de la muerte en su poema (o sea, que era un poema simbólico, lo mismo que Caperucita Roja, sin ir más lejos, símbolo del pueblo proletario, y de ahí el color rojo, y oprimido por el capitalismo en forma de lobo simbólico también. La abuela, pues no sé lo que pinta, será el Tercer Mundo) y no es que lo que ha llevado a un merecido descanso de esta bitácora sea algo tan grave. Simplemente, niños y niñas de España y otros países: HE DEJADO DE FUMAR. ¿Y a mí qué? Se preguntarán con toda la razón cada uno de ustedes. De acuerdo, es normal que les importe un bledo. Sin embargo, el estado de profunda estupefacción al que me condujo el cese de tan entretenida actividad (fumar), provocó en mí una intensa inactividad (evidentemente e irónicamente), así que me dediqué a vagar lloriqueando por pasillos oscuros y a ladrar mi rencor por las esquinas (creo recordar que la frase no es mía). ¿Y qué tiene todo esto que ver con la traducción?, seguirán preguntando ustedes. Caramba, ¿no les interesan los aspectos socio-psicológicos del hecho translaticio? Pues vaya, que diría mi suegra. En fin, con la traducción fumar tiene que ver lo mismo que con la literatura, es decir, bastante, y al menos en lo que afecta a la imagen de los literatos contemporáneos (hasta cierto punto).

O sea, no pretenderán ustedes que Jorge Manrique salga fumando en los grabados cuando en su época todavía no se había descubierto América (encima igual su padre se murió de cáncer de pulmón). Mal que le pese (también hay quien dice «manque le pese») a Sebastián de Covarrubias, Plinio no pudo describir el tabaco, como muy bien nos explicaron Nora Catelli y Marietta Gargatagli en su libro El tabaco que fumaba Plinio, aunque Covarrubias sí acierta al afirmar categóricamente que los «cofrades del tabaco» «se melancolizan […] cuando les falta»,  lo cual sirve para describir el triste estado en que me encuentro y que a ustedes tan poco les importa (¡Ay, mísero de mí, ay, infelice). En fin, que a los autores antiguos nunca los ve uno echando humo, pero en cuanto se pasa a los del siglo pasado (XX), sobre todo si son franceses (como el del forastero, o el del infantito del espacio, o el de las arcadas) o asimilados (como Cortázar), o Josep Pla, es que no se les cae de la boca el cigarrillo, pitillo o pucho (o faso, según el lugar u oportunidad y con permiso de Salia Dulítel). Tampoco parece que los contemporáneos-contemporáneos, es decir, los escritores jóvenes de ahora mismo, sean muy fumadores con tanto culto al cuerpo y tal como hay. Por lo menos no lo son la mayoría de los que han venido a Estambul a darnos charlas y conferencias. Y por mucho que se empeñen los fanses de Don Draper, los que fuman en series y pelis americanas siguen siendo los malos malísimos y, ya puestos, tampoco es que el susodicho Draper sea una joya. Por cierto, en la versión española de Mad Men (si alguna vez se hace), ¿se localizará todo y beberán Soberano y fumarán Ducados? ¿O, como emprendedores empresarios modelnos, le darán más al DYC y al Bisonte? Por cierto, hace unos años me quedé petrificado de piedra al comprobar en un estanco que el Ducados era más caro que el Winston, cuyo consumo antes era un indicio seguro que permitía identificar a los herederos de grandes fortunas.

A lo que iba, si la imagen del buen literato de hace unos años era la de un señor, más raramente una señora o señorita, envuelto en una artística nube de humo, ¿por qué no íbamos a estar igual los traductores si las condiciones de trabajo son las mismas exceptuando que no tenemos que inventarnos tonterías sino transcribir las que se les ocurren a otros? (La frase anterior es una prueba irrefutable de que dejar de fumar pone de mala leche uva. Pobres autores, con el trabajo que les cuesta inventarse sus bobadas). Pues eso, que si ya lo decían primero Gardel, entre otros, y luego, con censura, Sarita Montiel, no sabe uno a cuento de qué tanta mala publicidad del fumeteo con lo literario que queda. Casi tanto, casi tanto como la tisis o tuberculosis, que antes era el no va más y que supongo que el tabaco favorecería bastante. Antes yo prendía un cigarro (y me lo fumaba) mientras se encendía el ordenador y repasaba la página por la que iba, otro cuando tenía que echarle un vistazo al diccionario, otro cuando me atascaba en una frase, otro cuando una frase me salía bien, otro cuando volvía a sentarme después de ir al baño, otro cuando miraba por la ventana para descansar, otro cuando llamaban por teléfono y me interrumpían, otro después de hablar por teléfono, otro cuando me quedaba mucho, otro cuando me quedaba poco, otro después de terminar, etc. Y ésos sólo eran los que me fumaba mientras traducía. Ahora que lo pienso, tanto rollo con que si la unidad de traducción será la palabra, la frase, el párrafo o la madre que los parió, digo yo que igual, en mi caso, era el cigarrito. Buena tesis se ha perdido más de un lingüista neurólogo, peor para ellos.

El caso es que ahora me da un poco de miedo cómo me van a quedar las traducciones porque antes lo veía todo un poco como a través de una bruma gozosa y la realidad era más tenue y más bella. Ahora, en cambio, es dura e hiriente como un día sin tabaco. Seguro que empiezo a redactar más como Hemingway y menos como Antonio Gala (aunque, por lo que sé, ambos fumaban y luego lo dejaron por distinto método). Me habré convertido en uno de esos traductores que protestan de la invisibilidad y que toman infusiones de hierba luisa en lugar de café caliente, amargo, fuerte y espeso (si mal no recuerdo). ¿O será al revés? ¿No era fumar de tipos muy machos como Yon Güein o el mismísimo Don Draper (vuelve el hombre)? ¿Qué sé yo y qué más me da si ya no fumo? ¡Que se vayan todos a la porra! ¡Yo a lo mío y a consumir mi vida sin adormecerme!

A todo esto, y por darles algún dato curioso que les permita creer que no han perdido del todo el tiempo leyendo esta entrada, en turco no hay/existe un verbo específico para «fumar». Es decir, tienen un verbo para «ahumar», pero no les sirve para fumar (aunque sí para agarrarse un buen colocón). Por lo tanto, recurren al verbo que usan para todo lo que entra por la boca y no es comida: «beber». Sí, señoras y señores, los turcos no fuman sino que «beben» un cigarrillo, una pipa o un puro y tienen que precisarlo. Por eso los estudiantes de primero te escriben «me gusto fumo sigarillo». En realidad, el verbo «içmek» en turco tiene que ver con echarse algo pa dentro o pal coleto («iç-mek»/»dentro-desinencia de verbo»), no necesariamente un líquido, y somos los extranjeros los que lo interpretamos como sólo «beber». También lo hacen con las medicinas y, ya puestos, con la sopa y con el café, que tiene bastante lógica esto último pero me reconocerán que suena raro. «Me bebí un café bebío», menuda repetición más pleonástica. Y encima, ¿cómo te vas a tomar el café bebío sin un cigarro encendío?

P.S. y P.D.: Rebinando rebinando en el tranvía esta mañana me he dado cuenta de que les mentía como un cochino. Resulta que en turco sí que tienen un verbo específico que usan para fumar. Por desgracia, es de un registro más familiar-vulgar de lo que frecuento (como se pueden imaginar) y no se me venía a la cabeza. Se trata de «tüttürmek». Según el diccionario etimológico que tengo, viene de «tüt», que era un hierbajo oloroso que cuando se quemaba, para ofrecérselo a los dioses en olor de santidad, por ejemplo, olía que te chupabas los dedos (me parece que me equivoco, considérenlo una sinestesia). De ahí  que a las barritas apestosas de inciensos y sándalos para disimular el olor a porro se las llame «tütsü» y al tabaco «tütün». O sea, que es una especie de «tabaquear», hasta el punto de que se dice «tüttürmek» como una chimenea. Ea, pues eso, que no se diga que ando ocultando cosas.

Acerca de Rafael Carpintero

Traductor y profesor en la Universidad de Estambul
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13 respuestas a Mi vida sí consumo (ahora, antes no)

  1. Mateo Cardona Vallejo dijo:

    Apreciado Colega Carpintero, pues mire que ya somos dos: el 17 de marzo de este mismo año, pasados apenas unos once minutos del mediodía, apagué mi último cigarrillo, envalentonado por el método de Allen Carr, que es un libro accesible y gratuito en internet. ¿Qué quiere decir lo anterior? Que hemos echado por la borda treinta años de tabaquismo, y a cambio apenas si tenemos poco más de seis meses de lo contrario. Sí, suena a mal negocio, desde luego. Lo bueno es que en ciertas reuniones y acontecimientos sociales que por mi condición de esposo y padre no puedo evadir a pesar de mi profesión de traductor (que me llama siempre de vuelta a esta noria), ya no recibo trato de leproso. Lo malo (que algo malo tenía que haber) es que ahora los fumadores (los que nunca han dejado el vicio y, por supuesto, los relapsos) me huelen a cenicero y les he desarrollado una vil fobia. Al cabo de doscientos un días libre de nicotina (en una hora más se cumplen), casi puedo decir que he olvidado por completo el placer de una bena fumada mientras encontraba la expresión exacta para lograr la perfecta traducción. ¿Ansiedad? ¡No, qué va! Mucho ánimo y perseverancia, y sobre todo ni un solo instante de debilidad, ni una sola calada… (Y no hay que asustarse con las pesadillas donde resultas fumando de nuevo.) ¡Felicitaciones!

    • Estimadísimo colega Carmona: Nunca se me ocurriría desarrollar una vil fobia (bueno, si es vil, sí) a quienes son como yo he sido, y como usted, más de treinta años. A la entrada de una ermita de mi tierra, una calavera nos recuerda: «Como te ves, yo me vi; como me ves, te verás». Con eso quiere decir que algún día hay que dejarlo. El libro de Carr, que para mí que no es gratis, o no es esa la idea, me lo leí a posteriori cuando buscaba viles (éstos sí) consuelos, como caramelos sin azúcar. Me hizo pensar en una canción que rezaba (verbo que odio cuando se usa en el sentido de «decir»): «Si yo fumara sería feliz / echando el humo por la nariz». Si lo medita usted bien, se dará cuenta de que es una imbelicidad ser feliz porque se echa humo por las narices, que es lo que viene a explicarnos Carr. Gracias por los ánimos, salud y pesetas.

  2. Salia Dulitel dijo:

    Buenas ondas desde acá para tu lucha contra el faso. Salia.

  3. Me ha encantado la anécdota del verbo fumar en turco, ¿o debería decir tabaquear? Y lo de «engullir» que decías al principio, también. Es curioso cómo algo tan sencillo y de tanta tradición e historia como fumar, tenga verbos tan distintos según el país. Porque, si lo piensas, smoke, en inglés, sería humear, más que fumar; es decir, no se trata de tragar nada (que, al fin y al cabo, es lo que haces cuando fumas), sino de llenar de humo a todo lo que te rodea (que, al fin y al cabo, es también lo que haces cuando fumas).

    Me alegro de volver a verte por aquí.

    Un abrazo.

    • Pos la verdad es que sí. El verbo es más curioso todavía porque la expresión «gözünde tütmek» («humear en el ojo») se usa para «añorar» y tal, y cuando te entra humo en el ojo, lloras. Los ingleses son la repera y hacen verbos de todo. El otro día estábamos viendo una serie policíaca con subtítulos (puede que The Closer) y alguien le decía a otro que se estaba poniendo muy pesadito con lo de tener cuidao con la escena del crimen: «Don’t CSI me». Y hace poco leí «I loled a lot». Cosas veredes.
      Me alegro de que nos volvamos a ver virtualmente y de la visita a la súper expo gamer. Saludos.

      • Ay, ¿te molaron las fotos de la expogamer esa? Buah, me lo pasé yo teta. No paraba de gritar y abrir la boca… Paece mentira que una tenga ya 34 años…
        Oye, ¿y a ti no te invitan a venir a Londres a hablar sobre literatura turca o algo así? Estaría bien eso de conocerse, y tal…

  4. Otro igual dijo:

    Ya somos dos traductores pasando por lo mismo. ¡Cuánta razón! 😦

  5. Alicia dijo:

    Ya lo decía Terenci Moix, lo difícil que era escribir sin cigarrito, y que le habían engañado.
    Animo.
    Oye Rafaelín, cuándo vas a traducir poesía. Con texto bilingüe, que en turco suena muy bien Yahya Kemal, aunque suene algo así como «Tilín, tilín, tiroralín»
    Bueno, tenemos You Tube

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