El descanso del can

Can dudando de si para la derecha o para izquierda antes de echarse una merecida siestecillla

Llevo una temporada dando más vueltas que un perro para echarse y de ahí que tenga este cuaderno de bitácora, mudo testigo de mis cuitas y tribulaciones, un tanto descuidadillo. O «excusa no solicitada, acusación manifiesta», que decía mi amigo Antonio y que hay quien lo dice en latín también, que es más elegante y curil preconciliar.

La cosa es que me he metido en uno de esos proyectos que nos obligan a hacer en la universidad so pena de fusilamiento inmediato seguido de ahorcamiento parcial, destripe, descuartizamiento, escarnio y privación de uso de toga en las solemnes aperturas y clausuras de curso y es un mareo que no veas. Lo de preparar el proyecto, digo, lo del descuartizamiento debe de ser hasta peor.

Lo normal en mi facultad es que uno se apunte a algo que ya están haciendo otros. Otros que, si no te deben algo como Bonasera a Vito Corleone (don), no ven con muy buenos ojos tus aproximaciones. «Oyes, que como soy del departamento de español y estáis haciendo un proyecto de jardinería hidropónica en naves a Marte, que si puedo echaros una mano en algo y me apuntáis como investigador en el proyecto». Que no me extraña si te mandan a tomar viento fresco. Así que tienes que replantearte la forma de pedírselo: «¿Tú no querías que tu niño fuera de Erasmus a la Autónoma de Benidorm? Pues te advierto que traducir toda la documentación en una agencia te va a salir por una pasta y vas a tener que olvidarte de cambiar el lavavajillas y del implante de pelo. A lo mejor yo podría solucionártelo». Y con tan amable sugerencia igual consigues que te dejen echar agua con un fufú (Mª Jesús dice «frús-frús» que, evidentemente, no es lo normativo) a las florecillas que le llevan en mayo a la Virgen de Marte.

Otra posibilidad es que pienses tú algo. Y, claro, lo primero que tienes es que pensarlo. «Me gustaría hacer un proyecto en colaboración con la ONU para lograr la paz mundial y erradicar el hambre». Mal asunto si empiezas con objetivos tan ambiciosos porque en los formularios que tienes que rellenar te piden que pongas plazos y que definas los objetivos y tal. Y como igual te dan tres años, es, digamos, peliagudo que pongas fechas muy concretas: «fecha prevista para la declaración de la paz a escala planetaria: 28 de febrero de 2024». No sé que opinará el funcionario de turno, aunque al final a nadie le importa un pito si cumples los objetivos o no. Y ¿qué entiendes por «paz»? ¿Eso que te tumbas debajo de un olivo oyendo a las chicharras y piensas «¡qué paz y qué caló!»? ¿O la ausencia de conflictos armados entre países o comunidades de vecinos?

Mejor que seas más modesto: «Análisis de resultados del uso de aislamientos que apaguen los gritos del niño de los vecinos de arriba en la paz mental de los vecinos del inmueble sito en mi casa del 15 al 16 de diciembre de 2022». Eso está mucho mejor y tendría visos de que te lo aceptaran, pero te queda mucho camino por andar. Lo primero es meterte en la página web de la universidad para ver qué necesitas para que te lo admitan como proyecto. Se comenta que si entiendes todo lo que piden a la primera aparece una ventana secreta que te informa de que te han concedido una beca en el MIT con Chomsky, pero que nadie lo ha conseguido hasta ahora.

Total, que te vas a preguntar y te encuentras como Astérix, mandándote de información al centurión de calendas, de allí al sargento de guardia, al guardia de la porra, a la porra directamente, a la dirección que no consta abajo, etc. En la universidad, por lo menos, tienes la suerte de que los que llevan este tipo de servicios suelen ser profesores (también), así que puedes tenderles una celada al salir de clase. Lo malo es que la mayor parte de lo que te diga será sistemáticamente desmentido por el funcionario al que le tienes que llevar luego los papeles.

«¿Cómo? ¿Que no trae la partida de bautismo ni la cartilla militar? Pues me parece que no se lo voy a poder aceptar. Y tiene que firmar los formularios con tinta roja, es decir, sangre, pero que sea de virgen, extraída en noche de luna llena y tipo AB con errehache negativo. Traiga también una fe de vida y una declaración jurada, mínimo por Dios y por la Virgen porque se necesitan dos avalistas. Además, se requiere que vaya a empadronarse a Belén montado en una burra. No sé cómo no le ha explicado todo esto el profesor responsable, si es de conocimiento general y mandamos el otro día una circular en sánscrito por el sistema en clave de Enigma». Etc.

Se me había olvidado que, antes de llegar a ese punto, tus compañeros, incluido el profesor ese al que has pillado al salir de clase (él) te dan grandes ánimos para que no desfallezcas. Lo mínimo que puedes oír es «ese tipo de proyectos nunca lo aceptan». Otros comentarios motivadores son: «ni se te ocurra presentar eso así si no quieres que te den capones por los pasillos»; «nunca en la Historia de la Humanidad, ni en la Prehistoria de los grandes paquidermos tampoco, se había oído tal cúmulo de despropósitos»; «ja, ja, ja»; «no digas gilipolleces, por favor», etc. También hay quien se echa a llorar, de pena por ti o porque ya intentaron hacer algo parecido en su momento.

Digamos que ya lo tienes todo y decides que participe un número limitado de estudiantes porque si solo eres tú y, con suerte, un doctorando al que has pillado desprevenido no queda muy bien, pues tienes que volver a hacer más papeles y rellenar más formularios, por ejemplo pedir permiso a la comisión de ética para no sé qué rollo de protección de datos, no los tuyos (ejemplo rigurosamente cierto; por cierto, ignoraba que en la universidad hubiera una comisión de ética), y otras tropecientas mil cosas. Cuando por fin lo tienes todo, bueno, en realidad, antes de tener nada, les expones tu idea a los estudiantes, que responden entusiastas. Eso sí, el día de la primera reunión aparecen los cinco de siempre: la que se apunta a un bombardeo y sus dos enamorados absortos en semejante belleza, los dos jevis que necesitan unos créditos extra y la otra que es la única que al final responde a las encuestas (me han salido seis, pero eso también es normal). Pero, bueno, tampoco a los de las plantas de Marte les hacían cola para participar, así que no está tan mal. Por lo menos hay un número impar de participantes para los desempates (tú, el doctorando despistado y la realizadora entusiasta de encuestas).

En fin, ya les iré informando impuntualmente de cómo va el asunto (y de qué es, que no lo he dicho). Eso sí, cuando deje de dar vueltas como perro para echarse, me voy a quedar como si me quitaran pulgas.

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Acerca de Rafael Carpintero

Traductor y profesor en la Universidad de Estambul
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7 respuestas a El descanso del can

  1. Diana Sorgato dijo:

    Espero que a pesar de tanto entretenimiento te sobre algo de tiempo para seguir contándonos sobre tu misterioso proyecto. ¡Ánimo!

  2. Yo estoy de acuerdo en que eso se llama frus-frus; o, alternativamente, flis-flis.

  3. A. Yalvaç dijo:

    ¿Está hablando del proyecto Petra-e u otra cosa?

    • Más exactamente estoy hablando del proyecto parte del cual consiste en el uso del marco Petra-e, pero puede servir para cualquier cosa que se haga en nuestra universidad, como preguntar dónde están los baños o pedir que arreglen un proyector. Salud y feliz año.

      • A. Yalvaç dijo:

        No me gustan mucho los emoticonos, pero me imagino que se sobreentiende lo que debería estar aquí. De todos modos, diga lo que diga usted, seguro que saldrá algo chulísimo (a cambio sí me gusta este tipo de coloquialismos). Igualmente le deseo un feliz año -y también salud, por supuesto-.

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