Miguelón Saavedra, el manco del coñac

Battle of Lepanto 1571

Y todo porque se llamaron «Felipillo» y «Selo»

No sé si sabrán que se ha muerto un escritor sudamericano, o hispanoamericano, o latinoamericano, o iberoamericano (no tengo muy claro de qué país era) bastante importante porque le dieron el Óscar mundial de literatura en su momento y el tío no se puso un frac para besarle el anillo al rey ése de Noruega o no sé dónde tampoco, que yo me creí que el anillo sólo se les besaba a los obispos y a los coroneles.

Bueno, pues resulta que si te mueres, a todo el mundo le da por llamarte por como te llamaban tus amigos, probablemente a tus espaldas, y los josés se vuelven repentinos pepes; los franciscos, pacos y así sucesivamente hasta llegar a los gabrieles, gabos como el de fifí y moloko (Gaby era el de Fofó y Miliki, por supuesto). A todo esto, como aquí no se enteran de lo de los dos apellidos, todo el mundo le llama «marcues», menos mis estudiantes que le llaman «marqués», que para eso han estudiado. Y mira que lo de los apellidos tiene lío, porque a, digamos, Cervantes, le llamamos por el primer apellido, a Galdós por el segundo, a Garcilaso por el nombre y a García Marcués por los dos apellidos. Y los estudiantes se me lían, claro, y te hablan de Vega o de Pérez y tú no tienes ni idea de qué te están hablando, menos mal que suele dar igual.

De todas formas, es curioso que todo quisqui de repente sea tan amigo del difunto, es como eso de que todo el mundo tiene un amigo que vio  salir de una discoteca al rey con una rubia. ¿Se imaginan que yo le llamara «Miguelín» a D. Miguel de Unamuno por el mero hecho de que está muerto y no puede darme un capón? ¿O qué me dicen de Miguelón, el manco de la batalla ésa que ganamos para hacer un  coñac carísimo? ¡Qué falta de respeto! Y a D. Pío Baroja, ¿cómo le voy a llamar? ¿Póo, como el teletubi? ¿Piolín? Pues no tenía cara de mala uva con la boina y la bufanda. Todo esto me recuerda a un cura que nos decía que los santos tenían que ser nuestros amigos y que debíamos hablar con ellos apeándolos del título (de san) y tal. En plan, «Oyes, Antoñillo, que me encuentres novia», o «Jerónimo, a ver si haces que me paguen esta traducción sin que se entere la autoridad vasca de la competencia», o «Cucufato, ves y me encuentras las gafas o le hago un nudo a una servilleta y aplícate el cuento». Muy irreverente todo.

A mí Ahmet Ümit me llama Rafo, así que si me muero para todo el mundo seré Rafortega, que no es que me haga muy feliz, pero como estaré muerto, que me echen un galgo. Por cierto, me contaba un colega que en la facultad de letras de Granada a Lorca (segundo apellido), también llamado «Fede» por los entendidos, le llamaban «el Muerto», por antropofagia, o paronomasia (es que ahora no me sale la palabra y eso que la tengo en la punta de la lengua). Lo que puede que no me sentara tan bien sería que me recordaran mayormente por una carta que escribí pero que resulta que no escribí yo, o sea, que la escribió otro señor pero que como resulta que es cursi (y no lo digo yo) gusta mucho más que mis novelas, que son muy largas y con pocos santos y además más raras que sendos perros verdes. Con ocasión del fallecimiento, vuelve a rodar por internés la carta de marras, que está muy bien porque es mega-súper-profunda porque todo lo dice en un par de frases sin que tengan mucha conexión unas con otras. Como no me gustaría que mi carta fuera escrita por otro, voy a intentar pergeñar (este verbo me gusta mucho no sé por qué, como el sustantivo «artilugio») una yo mismo, así más o menos, para que luego no digan. A ver… Ejem, ejem:

«Si el Supremo Hacedor de los Espacios Infinitos Interestelares [es importante citar a Dios aunque seas más ateo que paqué, porque le da un tufillo de trascendencia a tu carta. Todos sabemos que los ateos se van al hoyo mientras los más vivos se comen sus bollos; jo, qué mal suena eso] tuviera a bien concederme un retazo del Tiempo Intemporal [que no lo tendrá] emplearía todas mis fuerzas en cruzar fuentes y fronteras y ser más amable con mis semejantes y, en suma, feliz [esto es importante también, no le pides tiempo al Señor, con lo ocupado que estará para ser un cabrón y encima pasarlo mal].

»Trataría de despertarme más tarde para soñar más [aunque no lo lograría porque me despierto pronto y entonces tendría que acostarme tarde pero me da sueño, y si los sueños son pesadillas, andamos listos]. O soñaría despierto mientras camino por vereditas alegres con luz de luna o de sol [y sin farolas].

»Suspendería menos para tener que corregir menos exámenes [idea que le debo a mi amigo Miguel, a quien puedo llamar Miguel, y no Miguelín o Miguelón, porque de verdad es amigo mío y no un escritor muerto].

»Trataría de levantarme temprano [¿?] para disfrutar de placeres como el de sentarme en una terraza [en primavera-verano] a tomar chocolate con un buen pegotón de nata en lo alto y churros mojados en azúcar para luego poder comprarme pantalones con la cinturilla elástica.

»Aprobaría más para tener que corregir menos.

»Corregiría mis errores y a los demás que les den.

»Le pediría al Altísimo Sacramento [¿pues no se me olvidaba el Señor?] que me infundiera amor [¡fundamental!] para amar a los que amo y a los que amaría amar en el amor amada en el amado transformada.

»Si el Señor me diera valor para expresar mis sentimientos no dudaría en proclamar que Pablo Abraira es el mejón cantante del mundo, y el Puma también, con su pelito; que el mejor poeta es Perales y que los after eight de naranja no están mal. Y dejaría que el odio mese conviltiera en amol por mi prójimo, amén.

»¡Oh, Supermán (© Homero Simpson), haz que los hombres sean lo que son, estén donde estén, sin que parezcan lo que no son porque entonces no sería parecer sino ser y no es así como debería estar [me parece que me he liado, pero bueno]. Mañana es mañana porque es el día después de hoy, nunca lo olvides, porque si mañana afirmas que ayer sabías lo que iba a pasar hoy, serías un economista [si mal no recuerdo].

»Recuerda que cuando la espiches, nadie te recordará, así que no te líes mucho la cabeza sobre si te llamarán Pepe o Juanillo. Allá se pudran.

Podría seguir, claro, pero ya me estoy hartando porque me fallan las fuerzas y creo que he cubierto los puntos fundamentales (felicidad, amor, Señor). También porque tengo exámenes que corregir. A ver si encuentro pirata la peli de «Cien años de Soledad» (aunque mi hermana no tiene tantos años, ni mucho menos, y no sé por qué ese señor tenía que mentarme a la hermana, que mira lo que le pasó al del Martín Fierro) y me la veo para hablar con base del escritor de la carta filosófica.

Acerca de Rafael Carpintero

Traductor y profesor en la Universidad de Estambul
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12 respuestas a Miguelón Saavedra, el manco del coñac

  1. ¡Muy bueno, don Rafa Jonia! Reí hasta que se me saltaron los dientes convertidos en capullos de seda. Un abrazo desde Macondo.

  2. Lo del anillo del principio me recuerda el viejo chiste del cura párroco que dice que va a ir a la capital a besarle el anillo al nuevo obispo recién nombrado y le contesta un feligrés: Qué diminutivo más ridículo.

    • Un chiste excelente, y no permita que nadie diga lo contrario. Estoy seguro de que era el mismo feligrés que para dar un óbolo en la colecta para la capa del cura ponía como condición la de caparlo él mismo.
      Salud y pesetas en forma de royalties aprovechando el día interplanetario del libro.

  3. Abdullah Yalvaç dijo:

    ¡Oh señor! Al final usted escribió de nuevo que me preocupaba pensando yo si le había pasado algo. Éste me ha gustado más que los anteriores porque no solo me parece más divertido (yo voy a guardar su carta, no se preocupe) sino también me resulta más fácil de comprender. «Kolay gelsin» con corregir los examenes. Hasta el próximo miércoles señor.

    • ¡Oh, señor mío! Gracias por el interés. Mientras corregía exámenes he pensado mucho en lo que hablábamos sobre Vallejo y creo haber llegado a una conclusión. A ver si lo hablamos tranquilamente.
      Nos vemos

  4. Celia Filipetto dijo:

    Carpintero, me troncho, me troncho y me recontratroncho con tu blog.

  5. Pepe Zafra dijo:

    Muy conmovedora su carta de Vd. De hecho, no puedo posar mi mirada en ella sin que abundantes y muy wertherianas lágrimas me nublen los renglones. ¡Qué delicadeza en la expresión de sus sentimientos, qué sutiles paradojas, qué conmovedora invocación a Él! El If de Kipling, la carta del Pseudo-Gabo y esta misiva de Vd. conforman la más Gloriosa de las Trinidades. No exagero ni un ápice. Se ve que estudió en un colegio donde Chema apartaba gentilmente del abismo a todos los niños bobos de este mundo.

  6. Félix G. dijo:

    «Aunque no me acuerdo de haber nacido, sé, sin embargo, por tradición y documentos fehacientes que nací en Bilbao, el 29 de setiembre de 1864.»
    Me parece que ni en vida de Don Miguel de Unamuno y Jugo, pasada su infancia, hubo quien tuviera bemoles para llamarle «Miguelín».
    Un capón no me parece suficiente.
    Quizás el mentecato hubiera sufrido un par de correctores bastonazos.
    Salud y que dure que nos tenía usted preocupados…

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