Top of the posts, y 4 (D. m.)

Bueeeno, parece que mañana (espero que no sea la de «vuelva usted mañana» me tienen por fin listo mi ordenador y podré entretenerles a ustedes con una serie de candentes cuestiones que me han tenido la mente ocupada estos días. Sin ir más lejos, ahí tenemos el problema que planteaba Mª Jesús hace unos días y que casi me priva del sueño: ¿Cómo demonios se dieron cuenta los antiguos de que el número Π era una constante? Porque no es que llegues con la regla del plumier de la primera comunión y digas, «anda, coño, pues si esto es siempre tres coma catorce y pico hasta el infinito y más allá», no, señores, que hay que pensar un montón y no sé cómo lo hicieron. Es casi tan misterioso como saber cómo meten la mina en la madera de los lápices.

En fin, como estamos en éstas y santas Pascuas (que no es lo mismo que «en éstas, y santas Pascuas», para que luego mis estudiantes digan que la entonación no es significativa), se me ha ocurrido poner esta entrada de hacer un par de años porque por entonces no tenía la multitudinaria audiencia de ahora y porque así, indirectamente, felicito a mi hermana y a mi sobrina por su santo. Espero que les guste y, si no, pues se toman una torrija a mi salud (o mejor un filete):

¡Pipa, parapipa! ¡Pom, pororom, pom, pom!

Mi hermana Sole y su hija mi sobrina Sole vestidas de faralaes. Si miran muy atenta y cuidadosamente, podrán intuir que no es Semana Santa, sino otra festividad también muy costumbrista.

Supongo que se habrán dado cuenta por las trompetas y atambores del título de la entrada que estamos en Semana Santa, así que aprovecho que hoy es Viernes Ídem para felicitar por su onomástica a mi hermana Sole, gran formicóloga, como saben (un poner), cuyos estudios no (repito, no) me han servido de mucho para comprender mejor la teoría de los polisistemas de Itamar Even-Zohar, que tan amplio eco han tenido en círculos académicos, pero que sí (repito, sí) me han proporcionado largas horas de entretenimiento veraniego al pie de un árbol pensando cómo podría aplicar dicha teoría a la amenaza de las hormigas argentinas. Igualmente, vayan desde aquí mis mejores deseos para su hija, curiosamente sobrina mía y nieta de mi madre, del mismo nombre; es decir, Sole (-dad).

¿Y qué tiene esto que ver con la traducción? Directamente no mucho, pero tiene que ver con problemas culturales que sí se relacionan con la traducción y sus problemas. Y no estoy hablando de los nombres, que de por sí dan más de un disgusto. Todavía me acuerdo de mi pobre hermana cuando le tenía que explicar a los irlandeses que Soledad, por muy bien que sonara y lorquiano que fuera, significaba «loneliness», y los irlandeses ponían una cara que ya, ya. Cuando uno vive en tierra extraña como la de la copla, sobre todo si tienen otra religión (evidentemente errónea), el verdadero lío es explicar en qué consiste el día del santo. Listo de mí, le dije a mi profesor de turco que a partir de ciertas edades en mi tierra se celebraba más el santo que el cumpleaños. Se pueden imaginar la debacle. Es que cada día tiene un santo (¿?). Sí, y antiguamente te ponían el nombre del santo del día en que nacías y por eso tenemos abuelos con nombres tan lindos como Desiderio, Felicidad, Fructuoso o Ebelio. Sí, claro, los católicos. No, no vamos toda la familia a misa ese día, es algo más como una tradición. Sí, por supuesto que tiene un origen religioso, pero… Y acabas berreando «Estas son las mañanitas que cantaba el Rey David» para ver si dejan de hacer preguntas impertinentes. Al fin y al cabo, es una forma de celebrar el cumpleaños sin que sea tu cumpleaños y que así nadie te pregunte por la edad. Déjenme tranquilo de una vez. A ver, ¿quién es el guapo que traduce como es debido lo del santo a, por ejemplo, el turco? Por cierto, quienes sientan curiosidad por esto de los santos deberían consultar la santopedia, que les juro que existe.

Pero si lo de los santos es malo, peor es lo de la Semana Santa. Hace unos años (bastantes) pusieron en el festival de cine de Estambul Flamenco de Saura. Como era cortita, en el paquete metieron una especie de documental de Gutiérrez Aragón sobre la Semana Santa de Sevilla. Los pobres turcos, a quienes les había gustado mucho Flamenco (especialmente a las chicas un descamisado Joaquín Cortés, que silbaban, ellas, como si fueran los Beatles, él), salían con los ojos que les echaban chiribitas. Pero, pero, ¿esto qué es? Ah, mire, es que en Semana Santa, o sea, antes de Pascua (que aquí sí les suena por los ortodoxos), celebramos la muerte de Jesucristo. ¿Celebran la muerte? No, no, mejor dicho, conmemoramos la muerte y celebramos la resurección. Para eso hacemos una especie de desfiles, que se llaman procesiones, en los que unos tipos enmascarados, bueno, no exactamente enmascarados, sino que llevan una cosa así larga en la cabeza como… ¿Cómo te diría yo? ¿Has visto a los del Ku-Klux-Klan? Claro, angelitos, los turcos se horrorizan. ¿El Ku-Klux-Klan? No exactamente, pero la forma de vestir es parecida. ¿Y queman negros? No, bueno, antes la Inquisición quemaba herejes, pero ahora está prohibido por la U.E. incluso en las fiestas locales. Y todo esto con enorme ruido de pitos y tambores, que mi perro (d.e.p.), que era un manifiesto anticlerical, se ponía de los nervios y no paraba de ladrar.

¿Y los pasos? Hay una especie de carrozas que son como enormes altares llenos de velas que llevan encima imágenes religiosas vestidas con capas y tocadas con coronas que cuestan una millonada. Pues para tirar de eso hará falta un camión, nos dice el turco ingenuo. Ni hablar, debajo van unos tipos fuertotes que son los que lo levantan y lo llevan. ¿Y lo hacen como condena, como los galeotes de antaño? No, lo hacen por devoción (¿?). Con lo cual sigue sin quedar nada claro el asunto. Encapuchados y galeotes, vaya forma de celebrar nada. ¿Se dan cuenta del problema cultural? ¿Cómo explicar o, peor aún, traducir estas cosas?

Menos mal que vivimos en un mundo globalizado por la Coca-Cola. Aquí tenían un serio dilema religioso-cultural porque en las pelis y las series americanas salían celebrando (ahora sí) la Navidad con arbolitos y papánoeles. Claro, empezaron a hacer lo mismo, ya saben cómo son los niños de pesados: «Mamá, quiero un arbolito con bolas que se rompan. Mamá quiero que Papá Noel me traiga una Barbie». Pero, pero, pero Turquía no es un país cristiano y no hay Navidad. ¿Qué hacer? Un enteradillo hizo la siguiente sugerencia: Muy fácil, en las pelis y series subtitulamos o doblamos «Navidad» por «Año Nuevo» y santas pascuas (dicho que no existe en turco, por cierto). Y la idea cuajó. Cuajó tanto que mis pobres estudiantes se hacen un lío de no te menees con eso de que aquí también se celebra la Navidad (que no) y que es lo mismo que la Nochevieja (que tampoco). Además, para acabarlo de aclarar, los cristianos que hay por aquí son casi todos ortodoxos y celebran la Navidad cuando nosotros celebramos Reyes, día de la Epifanía del Señor, que, como todos sabemos, significa «manifestación» o, por extensión «nacimiento», así que debería ser la Natividad y… y supongo que se habrán perdido como yo, así que imagínense ellos.

Afortunadamente para las buenas costumbres, los muy islámicos, recelosos de que la población se estuviera pervirtiendo, ergo cristianizando, se han inventado la «Semana del Santo Nacimiento» para celebrar el nacimiento de Mahoma. Es decir, como son buenos musulmanes, se sacan de la manga una especie de Navidad. O que con una Navidad musulmana hacen una Semana Santa. Supongo que los más radicales estarán que trinan. No sé, la verdad. Algo que relaciono muy íntimamente con la Semana Santa son películas peplum (¿el plural es pepla?) como La túnica sagrada, Quo vadis? y, sobre todo, Ben-Hur en la versión de Charlton Heston con esas cuadrigas que parecían los cohetes del Episod Uan de La guerra de las galaxias. En realidad es al revés, pero lo escribo así para que lo entiendan mejor las generaciones más jóvenes. Me acuerdo de Ben-Hur, entre otras cosas, porque una vez lo vi en un cine con un pantallón de los antiguos, en fila dos y esquinado y todavía me duele el cuello. Bueno, pues las misma películas ponían aquí en los canales más beatos. No olviden que Jesucristo es un profeta para el Islam ni que una película piadosa siempre será menos nociva que cualquier otra aunque sea de una religión distinta. Hablando de Jesucristo, otro follón es que según el Corán, la Santísima Trinidad la forman Dios Padre, la Virgen María y Jesucristo. Es decir, y con bastante lógica, el padre, la madre y el hijo. Si San Agustín, que era santo, se hacía un lío con eso, ¿por qué no los demás?

Es que esto de la religión lo tenemos metido muy dentro. No sólo en fiestas y celebraciones, sino también en la lengua. Fíjense en dichos como «hoy no estoy muy católico» o «se me fue el santo al cielo». Esto, claro, no hay quien lo traduzca así. Y no sólo porque otras lenguas no diferencien entre «ser» y «estar». Es de suponer que no estar muy católico en un país protestante sea algo bueno. Y que el santo se vaya al cielo es lo normal. O en turco, a los fallecidos musulmanes se les llama «merhum», que es uno de los atributos de Dios según el Corán, y a los no musulmanes nada, o «que la tierra le sea leve», muy a la romana. Una estudiante me criticaba que tradujera «merhum» por «difunto» porque según ella se perdían las connotaciones religiosas. ¿Y cómo lo hago, guapa? La nota me iba a salir más larga que el texto. Aunque, claro, así es como les gustaría traducir a mis estudiantes.

O sea, que sí, que sí tiene todo esto que ver con la traducción y con los problemas culturales. Para relacionarlo con el salmorejo, imagínense una conversación entre ustedes y un turco en la que le explican que en Semana Santa lo típico es tomar torrijas, que son pan empapado en leche (o vino), rebozado en huevo, frito en abundante aceite y al que luego se le echa miel y mucha canela. Por supuesto, el turco replicará: «¿Y tú te quejas de que los dulces turcos son pesados?». ¿Cómo traducir lo de las torrijas? Yo no me cortaría un pelo y las llamaría «ekmek kadayif», que es un dulce que no tiene mucho que ver pero también se hace con pan. Pa que vean que a veces nos quejamos de vicio.

Vuelvo a felicitar a mis Soledades, que en turco serían «Yalnızlık» y que suena mucho mejor que en inglés porque parece el título de una canción de arabesk.

Acerca de Rafael Carpintero

Traductor y profesor en la Universidad de Estambul
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8 respuestas a Top of the posts, y 4 (D. m.)

  1. Referencias culturales: un capítulo aparte en el ejercicio de la traducción. La mochila que cada persona lleva a lo largo de su vida y que llena a cada momento con más referencias intraducibles. Pragmatismo puro y duro. 🙂 Se podrían llenar libros con ello. ¡Gracias por deleitarnos una vez más!

  2. Pepe Zafra dijo:

    Tu versión de la Semana Santa me hace recordar la célebre distinción que establecen los antropólogos entre perspectiva «emic» y «etic» cuando se ponen a describir los extraños garabatos de una cultura ajena. Lo que por un lado parecen encapuchados y galeotes, por otro se presentan como símbolos cargados de una significación que tipos tan poco clericales como tu perro, tú y yo somos incapaces de discernir. Supongo que el esfuerzo del traductor, como el del antropólogo, consistirá en adoptar (aunque sea temporalmente) un punto de vista desde el cual ese muñeco articulado que con tanta unción introducen en una vasija de cristal sea la representación del mismísimo Dios, muerto por todos nosotros para salvarnos de no sé qué. Es como ponerse a comer hormigas con alguna tribu brasileña. El traductor, pues, como antropólogo.

    Respecto al tema de la religión, rescato una escena de tu adolescencia que supongo divertirá a los innumerables lectores de este entretenido blog. Estábamos en la Biblioteca Pública de Qurtuba, en una época en que las bases de datos estaban formadas aún por pequeñas fichas de papel que se desvanecían con el paso de los años y de los dedos. Por algún motivo, tenías que consultar un ejemplar de la Santa Biblia. Cuando llegó el momento de rellenar la ficha, y enfrentado tu bolígrafo a la casilla “Autor”, te quedaste un rato cavilando. “¿Dios?”, dijiste al fin. Los dos pensamos durante un rato en las distintas opciones que se nos presentaban, como un par de asnos indecisos; hasta que tu bolígrafo, gran polemista y acérrimo enemigo de Buridán, escogió un camino cualquiera, es decir, el camino correcto.

    • Odio profundamente esos dos adjetivos, que me encuentro de vez en cuando como negativos no sé por qué (noético y noémico). Me parecen parte del esfuerzo inútil que hacemos los de humanidades para que los de ciencias no nos entiendan puesto que nosotros no les entendemos a ellos. De todas formas, sí soy capaz de discernir los símbolos, y cada vez más, D.g., pero soy consciente de que el desafío está en que el prójimo no lo hace (sin ir más lejos, mis sobrinos de chicos, especialmente uno a quien aterrorizaba la Virgen). La verdad es que me importa un bledo pero me río mucho. Eso sí, a veces las pasa uno moradas como me ocurrió con mi compañera Betül que tenía que traducir un ensayo de filosofía de un italiano que usaba los sacramentos como símbolos. ¿Cómo le explicas a alguien qué es un sacramento? ¿Y si, como me ocurrió, no entiende cómo pueden ir en el mismo saco la eucaristía (digamos), el matrimonio y la unción de los enfermos? ¿Cómo carajo diablos se dice «confirmación» o «unción de los enfermos» en turco? ¡Ay, cuánto poblema hay por curpita de los paganos!

      • Pepe Zafra dijo:

        Francamente, nunca había oído hablar de la distinción noético/noémico; en cualquier caso, no creo que la «no» que antecede a esas palabrejas sea ninguna negación. Según el ilustre Marvin Harris, la pareja a la que yo aludí (emic vs. etic) procede de la diferencia entre fonémica y fonética, que más o menos es (al menos así lo creo) la que en la Facultad conocimos como fonología vs. fonética. Mientras que la fonética es el registro fiel de todo lo que sale de la boca de un hablante, la fonología escoge entre dichos sonidos aquellos que tienen un valor distintivo para el hablante y sus colegas, es decir, los que contribuyen a comprender el significado de las sartas de sonidos. Digo yo, vamos.

        • Por supuesto, tiene usted toda la razón: noético viene de noesis y no tiene nada de negativo. A saber en qué estaba pensando. Ítem más: es altamente probable que me haya inventado el término noémico. Repasando mis carpetas (como decía la copla) encuentro «noético» pero no el otro. Cito porque la cosa tiene su guasa, es una definición del «espacio perceptual hablístico», al parecer la «articulación del contenido noético y [los] signos lingüísticos». Aunque parezca mentira, hubo un momento en que comprendí lo que querían decir ambas cosas.

    • Se me había olvidado lo de la biblioteca, que no fue la pública sino la de la facultad. La anécdota tiene su miga porque el guardia civil jubilado o similar que atendía las peticiones comentó al ver que pedíamos una Biblia: «Joé, qué libros más raros pedís vosotros ustedes» o algo así. Por supuesto, ni le inmutaba que alguien pidiera «Aspectos de la semiosis en la determinación del sintagma nominal» o cualquier cosa parecida.

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