El traductor como ser social (que se fastidie Ortega)

En primer lugar tengo que dejar claro que D. José Ortega y Gasset no tiene nada que ver con la familia de mi madre. Sí, en cambio, con Dña. Simone Ortega, gloria de la gastronomía doméstica patria, aunque ella fuera de familia francesa, toda vez que las publicaciones de la Sección Femenina empezaron a tener menos influencia en España (¿Por qué sería?). En segundo, que no es precisamente santo de mi devoción. ¿Y eso? Se preguntarán ustedes. Para un filósofo famoso que tenemos… Pues porque del traductor dice lindezas como “Suele ser un personaje apocado. Por timidez ha escogido tal ocupación, la mínima”. Y de la “tal ocupación” opina “En el orden intelectual no cabe faena más humilde”. Mire usted, le respondo como le respondía otra filósofa, argentina por más señas, llamada Mafalda: «Si con eso quiso dárselas de alegre podría haber dicho algo más divertido».

O sea, que “apocados” y “tímidos”, ¿eh? ¿A que no me lo dice en la calle? Y todavía no había mirado en el diccionario lo que era “apocado”, que resulta que es “De poco ánimo o espíritu” y “Vil y de baja condición”. ¿Vil yo? ¿Como la Cruella? Con opiniones así se imagina uno a un traductor con su visera y sus manguitos negros más solo que la una en un cuarto oscuro y con más miedo del mundo exterior que once viejas . No señor, no es que seamos tímidos, es que nuestra forma y horarios de trabajo son simplemente un poco particulares. Es lo malo que tiene trabajar en casa. Tanto que mi amiga Hanneke van der Heijden se ha montado un despachito con otros colegas para que las labores propias del hogar no la distraigan del traductoreo. Que entre las cazuelas también estará el Señor, pero no hay que olvidarse de dar con el mazo algún palo al agua. Encima la pobre Hanneke está traduciendo nada menos que Tutunamayanlar de Oğuz Atay, que para hacerlo yo tendría que encerrarme una década en un monasterio trapense y seguro que acababa como el de «El miserere».

Sepan ustedes que no, señores Ortega y Gasset. Los traductores tampoco somos apocados, somos amuchados y además, como conviene, Dios nos cría y nosotros nos juntamos. Cada vez que pienso que escribí un artículo elogioso de sus ensayos sobre traducción (que supongo que andará en la pestaña de publicaciones, miren ustedes si me hacen el favor) se me revuelven

Con algunos colegas de la Asociación de Traductores turca haciendo el ganso con unas camisetas que encargaron para S. Jerónimo (día de).

los higadillos. Pero como me lo pidió una revista turca y tiene uno que hacer patria, no iba a ponerlo mal.  Y no sólo nos juntamos en congresos y conferencias como las jornadas de Tarazona o lo que tengo yo este fin de semana (que ya les informaré si sucede algo pintoresco), sino también en fiestas y saraos como la celebración de S. Jerónimo, patrón de los traductores. ¿O a ver si se cree que no teníamos santo?

¿Que de qué hablamos? Pues de libros, de qué quiere que hablemos. Cuando nos juntamos un número de traductores superior a dos, y a veces ni eso hace falta, siempre sale a relucir el mismo tema. Me acuerdo de A este lado del Paraíso de Scott Fitzgerald en la traducción de Juan Benet (libro que me entonteció bastante durante el C.O.U. y primero de carrera) cuando decía, y eso que los personajes no eran traductores:

[…] dejándose llevar, discutieron acerca de docenas de libros: libros que habían leído y no habían leído, sobre los que habían leído y de los que habían oído hablar, repitiendo listas de títulos con la soltura de un dependiente de Brentano.

Que me supongo que Brentano sería una librería. Y hablamos de libros, siempre dentro de los límites que impone el decoro, porque esta sociedad capitalista, consumista y ociosa nos impone el marchamo de «intelectuales», insulto odioso para personas sencillas como yo. Y como leemos tanto y hablamos de libros, a veces nos invitan a dar charlas que raras veces nos pagan y que pueden ser a) a otros traductores o aspirantes a serlo, con lo que todo queda en casa; o b) a personas, personos y person@s de distinto pelaje que siempre te preguntan «¿Y a usted cómo le dio por aprender ese idioma?» y «¿Qué obra le gustaría traducir?» (aunque lo peor lo he oído en una entrevista a Torres Oliver, alias el Artesano del amor, en la que le preguntaban más o menos «Si cuando usté estudió no había licenciatura de traducción, ¿cómo empezó?». Toma, porque antes de la carrera no había traductores). En fin, la traducción al que su vida le entregó le devuelve, agradecida, el beso que recibió. Pa que vea. Como reza la wikipedia, que menuda cursilada, por cierto:

El intelectual tiene como deber moral educar a todo aquel que se encuentre en contacto con él, sin herirlo. De esta manera lograría de manera efectiva el objetivo de enseñar al ignorante.

¿Y de alimentar al hambriento, quién se ocupa? ¿Las editoriales?

De verdad que no sé por qué tenemos esa fama, que hay mucha envidia que si fuera tiña no veas las colas de los dermatólogos del seguro. Y encima el personal con retintín, como una tal Céline que tiene una bitácora que se llama Ma voisine millonnaire donde dice (supongo que lo dice, porque el francés no es precisamente lo mío. Yo, como miembro del pueblo, «lo entiendo, pero no lo hablo»):

Mais là où le traducteur peut être pleinement lui-même, c’est quand il retrouve ses semblables. Vous aurez sûrement du mal à comprendre pourquoi votre conjoint est enchanté de se lever un samedi matin (un samedi matin!) pour assister à une conférence sur la traductologie, l’accord des participes passés en moldave ou le nouveau régime fiscal pour indépendant. Rassurez-vous, il n’est pas fou. Seulement, quand vous, vous avez passé une semaine entière avec des collègues que nous ne voudriez surtout pas croiser en plus le weekend, le traducteur, lui, n’a vu personne. Certes, il n’a pas cessé d’interagir virtuellement avec des gens. Comprenez-le, pouvoir retrouver des gens qui vivent comme lui, pour parler d’un sujet qui les intéresse tous (qui a dit qui n’intéresse qu’eux?), c’est un peu comme aller à Disneyland :) Et le plus beau, c’est de voir avec quel enthousiasme il essaiera de vous convaincre de l’importance de la dernière réforme grammaticale ou d’aller voir un film tchèque sous-titré en allemand. Votre traducteur est un passionné et un enthousiaste, n’est-ce pas ce que vous aimez chez lui?

¿Y qué tienen de malo los participios pasados en moldavo? ¿Eh? No digo que sea un tema entretenido, pero puede usted tener por seguro que es apasionante, tanto por lo menos como las pelis checas subtituladas en alemán. Oiga, que el saber no ocupa lugar y que las reformas gramaticales siempre serán infinitamente más interesantes que el fúrbol, que no deja de ser unos tíos grandes como trinquetes corriendo en calzoncillos detrás de una pelota, que si los viera su abuela, buen tirón de orejas les iba a dar.

Que no, D. José. Que a lo mejor los traductores no somos la alegría de la feria (tampoco los sepultureros), pero a ver si nos fijamos más en la viga del propio ojo que tampoco he visto muchos filósofos en los programas cómicos de la tele. Y ahora me voy a mi cuarto a traducir, que está en el balcón el gato de la vecina mirándome muy malamente y no me fío un pelo. Espero que esté encendida la luz del pasillo.

Acerca de Rafael Carpintero

Traductor y profesor en la Universidad de Estambul
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