¿A ver para qué sirve este botoncito que pone «publicación rápida»? ¡Ay, mi madre, que me ha salido una pantallita! Corre, corre, escribe algo, lo que sea.
He recibido un comentario no anónimo que dice: «Qué pena que no hayas hablado un poco más del libro… A mí me aburrió sobremanera la parte del investigador turco, pero la correspondiente a la familia Bellini me resultó muy interesante y el asunto de la perspectiva es uno de lo más revolucionarios en la historia de la pintura occidental, aunque ahora mucha gente piensa que siempre se pintó así. Una pena, digo.» No acabo de entender lo de la pena: ¿Pena que no haya hablado más del libro? ¿Pena que la gente piense que siempre se pintó así? ¿Pena, penita, pena?
La verdad es que tiene razón: lo de los Bellini es la mar de interesante. Resulta que se fijaron en que lo que está más atrás se ve más chico y esas cosas (¿quién lo habría dicho?). Además, puse que Giovanni era el hermano bueno y no expliqué el motivo. Era el bueno pintando, que personalmente no tuve el gusto de concerle, así que me reservo la opinión; mejor dicho, no la tengo. Aquí en Turquía el famoso es Gentile, porque para eso retrató al sultán aunque en aquellos tiempos no tenían cámaras fotográficas. Es como si en España el famoso de los hermanos Marx fuera Zeppo porque salió en la tele con Carmencita Franco, pongamos por caso. En fin, que no es tan fácil eso de la perspectiva. Es un poco como el huevo de Colón, que a nadie se le había ocurrido antes. Y los Bellini no sólo eran esos tres, el padre que fue pasando de la pintura medieval a la renacentista, Giovanni el bueno y Gentile que se vino a Estambul de viaje (en lo que ahora llaman «un viaje de incentivos» porque fue incentivado por el dinero del sultán). También estaba Andrea Mantegna (no confundir con Joe) yerno y cuñado, respectivamente, que tampoco era manco pintando. Por cierto, a Giovanni le llamaban el «Giambellino», que no sé qué quiere decir, así que se admiten sugerencias. Lo que quiero decir es que lo de la pintura y lo del paso al Renacimiento era una empresa familiar.
Si te lees Los turbantes de Venecia después de Me llamo Rojo te lo pasas mucho mejor, aunque vaya al revés cronológicamente. Resulta que a los miniaturistas otomanos les parecía mal que lo chico fuera lo de lejos y lo grande lo de cerca porque lo grande es lo importante (como debe ser, caramba, tanta tontería, ¿o es que no ven que el rey es alto?). En Me llamo Rojo a los capitostes les da por querer una pintura a la occidental precisamente por el retrato de Bellini (Gentile). Además, los pintores italianos metían cosas simbólicas en sus cuadros. ¿Qué te pintaban con un duro en la mano? Eso quería decir que eras rico. ¿Que te pintaban con el as de bastos? Ojito, cuidao. Bellini pintó a Mehmet con un escorzo así como de esa manera, que tenía un nombre técnico pero ahora no me acuerdo y no me voy a poner a buscarlo, con seis coronas (que querían representar seis coronas, sin duda; o puede que a los seis sultanes anteriores) y enmarcado en una especie de ventana con otra especie de mantón de manila, que parece el Corpus. Lo de la ventana a mí ne recuerda aquella canción sefardí que decía: «Cuando se murió mi güelo/ a mí no me dexó nada/ y a mi hermana la dexó/ asomada a la ventana». Que no sé yo si la hermana no tendría que meterse un poco a prostiputa después de morirse el abuelo, porque eso de estar asomada a la ventana no es de chicas decentes. Lo que quería decir es lo siguiente: que lo del escorzo y demás (la perspectiva) aquí no sonaba de nada y lo de esos signos externos de poder menos. Porque, ¿cómo vas a mandar que te pinten así de chulo si Dios lo ve todo y te puede mandar un rayo y dejarte frito?
A lo que íbamos, para todos aquellos a quienes les gustó Me llamo Rojo, Los turbantes de Venecia es una novela muy recomendable. Así pueden ver el otro lado, el del misterioso y exótico occidente. Y, si les aburre sobremanera «la parte del investigador turco», y salido, añadiría yo, pues no tienen más que saltársela.
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