Dos chicas de Estambul/İki genç kızın romanı

En diciembre se publicó en El diario montañés una crítica de Dos chicas de Estambul escrita por Elena Sierra que decía:

“Ser adolescente nunca ha sido fácil, pero si encima una vive en un cruce de culturas, con tradiciones y novedades peleando por su hueco, y la distancia cultural entre los padres y los hijos, y entre los propios hermanos y amigos, es un abismo, a ver a quién se puede recurrir. Es parte de lo que le ocurre a Behiye, la protagonista absoluta de Dos chicas de Estambul. […] Parte del problema es la relación entre madre e hija, pero no lo es todo. Ahí están el hermano facha, el padre invisible, los amigos, el consumismo (y es que el Estambul que refleja la autora es como de una teleserie, o sea, nada que ver con lo supuestamente turco según la visión de Occidente).” http://www.eldiariomontanes.es/v/20101203/cultura/sotileza/vida-rodea-20101203.html

En efecto, el Estambul que refleja Perihan Mağden en su novela no es aquél al que nos tienen acostumbrados los creadores de imágenes. No sé qué entenderá la autora de la crítica por una ciudad “como de teleserie”. Porque, ¿qué teleserie? ¿Pasión de Gavilanes o Aquí no hay quien viva? Lo que sí es cierto es que el Estambul de la novela es una ciudad “normal”. Sí, unas vistas impresionantes, unas ruinas que no veas, unas mezquitas gigantescas, pero también el lugar en el que uno se despierta, trabaja, come, va a la compra, maldice el tráfico, se compra unos libros (o los roba en el caso de la protagonista), cena por ahí si se tercia, en suma, lleva una vida normal. Aunque la vida que llevan las “dos chicas de Estambul” no es muy normal, ni aquí, ni en España, ni en la China. O, lo que es peor, igual si es normal, pero no muy conveniente para la salud física y mental. Desde luego, a mí me gustó poder traducir algo que se distanciara (a) del Estambul amargo y en blanco y negro de Pamuk y (b) de la cuidad de sultanes, odaliscas, harenes y demás mil y una noches que el españolito de a pie espera encontrar cuando viene en Semana Santa (y la encuentra, vaya si la encuentra, no olvidemos que el cliente siempre tiene la razón).

La crítica de El diario montañés termina así:

“Magden no tiene compasión con sus personajes, ni con la sociedad, ni con los lectores. Por no tenerla, no la tiene ni con el traductor. No ha debido ser nada fácil para él jugar con las palabras, exprimirlas y doblarlas como en el original. Porque la autora tiene un estilo y un lenguaje muy personales, una voz propia cargada de sentido.”

Y ésa es otra de las razones por las que al que esto suscribe le gustó traducir la novela. Pero, oiga, ¿qué se había creído usted? ¿Que a los traductores nos amilanan los retos? Pues menos reto que traducir una sentencia judicial… No todo va a ser “mi mamá, me ama, me mima”. Hay un teórico de la traducción, un tal Douglas Robinson que opina que llega un momento en que los traductores entramos en “piloto automático” y todo va como la seda. Es verdad, y me gustaría añadir que en esos momentos somos felices. Pero también nos gusta algo que nos haga salir del automatismo. Algún reto, como he dicho. Que el resultado nos quede mejor o peor es harina de otro costal. De todas formas, lo más difícil en esta novela eran las expresiones, no juveniles, sino absolutamente normales como la ciudad misma. Afortunadamente uno tiene compañeros jóvenes a los que acudir (porque la autora demostró tener bastante mal genio).

Un ejemplo, en cierta parte de la novela un personaje está hablando de no me acuerdo qué y la otra exclama: “¡Qué dices!”. Y el primer personaje le responde algo que no había oído en mi vida y que no aparecía en ningún diccionario. Le pregunté qué era a una compañera y me explicó que es precisamente lo que se responde cuando alguien te suelta un “¡Qué dices!”. Así que lo traduje por “Que te favorices”. Luego me arrepentí porque me parecía quizás demasiado andaluz y propuse «perdices» como alternativa más neutra, pero la estupenda editora del libro (Ana Camallonga) lo consultó con el corrector (Daniel Royo), cuya respuesta incluyo aquí porque me animó mucho:

«Pido permiso para mantener «que te favorices» en vez de «perdices», como propone el traductor. Recuérdale que los de su tierra tienen gracia y todo eso. Y que el corrector, un fenotipo perfecto del Bajo Aragón, cree que es mucho más acertada su primera opción.»

Un último detalle, como en el caso de Yaşar Kemal, sobre el título. El original es Novela de dos chicas jóvenes (İki genç kızın romanı), puede que “de dos adolescentes” si nos ponemos muy pijos, como quieran. Luego se rodó una película estupenda con un título más corto: Dos chicas jóvenes, al fin y al cabo no era una novela. El caso es que en España se ha decidido por algún motivo añadirle ese de Estambul que, a juzgar por la crítica, puede que engañe un poco. De todas formas, desde la publicación del Estambul de Orhan Pamuk, pocos libros turcos se libran de añadir al título las palabras “Estambul” o “Bósforo”. A mí me parece que es un poco como si en EE.UU. se publicara La Regenta de la Mancha o La catedral del mar de Barcelona, pero si sirve para que se lea más, bienvenido sea el añadido.

Cartel de la película de Kutluğ Ataman, con Feride Çetin, Vildan Atasever y Hülya Avşar. Ganó un buen puñado de premios

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Acerca de Rafael Carpintero

Traductor y profesor en la Universidad de Estambul
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10 respuestas a Dos chicas de Estambul/İki genç kızın romanı

  1. archiduquesa dijo:

    Lo estoy leyendo, y en español!

  2. Pingback: Adolecer en Estambul | archiduquesa

  3. Félix G. dijo:

    Encantado de acceder a tu blog, Rafael.
    Fui a Estambul para unos días como turista y he vuelto a Turquía cinco años consecutivos.
    Turquía, Pamuk y ahora tu blog me hacen más llevadero el paro laboral en que irremediablemente ha caído media España.
    Mi siguiente ilusión, además de pasear por los jardines de Ermigan, es visitar el Museo de la inocencia. Espero hacerlo algún día.
    Dejo esta entrada aquí por la expresión «que te favorices» que citas en esta entrada.
    Hoy entra en suspensión de pagos la única empresa española de electrodomésticos, FAGOR.
    En mi cabeza estaba la expresión… ¿Qué dices? y la respuesta, ¡Que te FAGORICES!… creo recordar que nacida de un anuncio televisivo de los años 70 y que creo que protagonizaba nuestro querido humorista y maestro de la vida Gila… Quizás esté equivocado en el protagonista, pero el anuncio existió sin duda.
    Un saludo y a ver si por algún «favor» de lo dioses podemos seguir «fagorizándonos»…

  4. Félix G. dijo:

    He salido de la duda;
    Quien nos obligó a repetir a todos los de mi generación la frasecita de Fagor fue Antonio Garisa..
    Otro saludo

  5. Félix G. dijo:

    Gracias por la pronta respuesta, los enlaces y la aclaración.
    Si algún día consigo entrar en el Masumiyet Müzesi será con le entrada de la página «no sé cuántas»; Eso si no se me olvida en casa el libro.
    No tengo ni idea de turco, pero me considero con ciertas «sensibilidades» que me hacen apreciar las cosas buenas, o las que al menos me lo parecen. Ya que no puedo opinar sobre el original, le diré que me ha encantado la traducción del museo de la inocencia.
    Y veo por alguna entrada suya que nunca será un «Çapulcu» salvador de árboles desenvuelto y callejero, pero también desde la ventana y granito a granito hay también muchas cosas que hacer.
    Yo también amo a Turquía, también amo a España y ambas me duelen.
    Gracias por su «granito de arena» comprometido…
    Saludos

  6. Pingback: رنوستان آزاد

  7. Aysen Soydemir dijo:

    ¡Enhorabuena!, Rafael. No sabía que este libro de P. Magden estaba ya traducido al español y sobre todo por ti.. Me alegro mucho.

    • Gracias, y gracias por el comentario. También traduje y me pagaron Biz Kimden Kaçıyorduk, Anne que no piensan publicar porque el libro de las chicas (que está muy bien) no se vendió nada de nada. Que no se le hiciera ninguna publicidad tuvo bastante que ver, por supuesto, pero en España muchas editoriales esperan que los libros se vendan porque sí. En fin…
      Saludos

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