La intraducibilidad (¿?) de los grupos sociales

Konfirmeret

«Amiga, hay que ver cómo es el amor, que vuelve a quien lo toma gavilán o paloma, depende de según» «Por favor, joven, no me sea usted hortera» «Vete a freír espárragos, so pija»

Recientes circunstancias de sobra conocidas por todos ustedes me han inducido a dejarme llevar por profundas meditaciones sobre todo tipo de tonterías. Por ejemplo: ¿Existe la palabra «intraducibilidad»? ¿Convendría excluir de la abolición de la pena de muerte a la persona que la inventó, si es el caso y siempre y cuando no me la acabe de inventar yo mismo por descuido? ¿Por qué el café combina tan bien con el chocolate y no con las acelgas? ¿Cómo puedo estar seguro de que si para mí dos manzanas y dos manzanas son cuatro manzanas, para un inuit o esquimal sean las mismas manzanas? (El cuatro claro que es el mismo, no me sean bestias) ¿Por qué se comen los calcetines y se retuercen los pantalones del pijama? Preguntas candentes y fundamentales, como ven. Pues bien, hace poco leí algo en un libro de lingüística que uso para clase que me llevó a una larga cadena de elucubraciones (el libro es Lingüística para traducir de Ricardo Muñoz Martín, Barcelona: Teide, 1995, que está muy bien aunque, como todos los libros, tiene sus cosas). En cierto momento, punto o página de su libro, el amigo Muñoz (espero que no le moleste tanta confianza, pero parecemos más o menos de la misma quinta) viene a decir que la frase

Romanos, rerum dominos, gentemque togatam

es bastante poco comprensible para el hombre, la hombra, la mujer y el mujero actuales independientemente de que esté en latín (que ya casi no se habla) porque no tenemos las mismas referencias culturales. De todas formas, me parece que se pasa un poco cuando asevera: «traducir las palabras del verso y dejar la tarea de adivinar lo que quería decir Virgilio a quienes leen la traducción […] es un callejón sin salida, porque si quienes leen saben lo bastante de las costumbres de los romanos como para entender qué quiso decir Virgilio, entonces probablemente puedan leer el verso en latín». El subrayado es mío, entre otras cosas porque da mucho gusto escribir eso y en parte porque ahí es donde me parece que se pasa. Es decir, ¿realmente fue tan nefasta la LOGSE que sólo quienes son capaces de leer latín (y entenderlo) comprenden las referencias que la palabra «toga» tenía para los romanos? ¿No ponen la serie de Roma en España? Porque ahí el bueno da bastante la tabarra con una toga al final de la primera temporada, si mal no recuerdo.

Pues bien, eso me hizo recordar que a un amigo del departamento de traducción de nuestra facu, Penélope Cruz le parecía extrañamente elegante en Volver, especialmente como aparece en la imagen central si soy capaz de poner la foto y con permiso de los propietarios del copyright, que esto es un blog muy académico y me atengo al derecho de cita:

No seré yo quien afirme que la Sra. Cruz no está buena en la película o, para ser más exactos, buenorra, pero lo que es elegante… (Mi amigo usó el galicismo chic.) Si me permiten el chiste de mal gusto, más que jamona parece una sobrasada bien apretadita, como decía una amiga mía de sí misma antes de someterse a una estricta dieta. De repente me di cuenta de que nuestras diferencias culturales (él turco, yo español) no se basaban tanto en el concepto de elegante como en el de hortera. Porque, oh amigos míos, lo que sí es absolutamente distinta es una hortera española de una turca (que, de entrada, llevaría un pañolito en la cabeza para cubrirse los pelos) y comprendí mejor lo que quería decir Muñoz Martín (aunque sigo sin estar de acuerdo) y por qué los nombres de diversos grupos sociales son intraducibles.

Tomemos por caso el ejemplo que nos proporciona un joven sevillano que ha hecho unos vídeos sociológicos-musicales sobre algunos grupos juveniles de la actualidad; vídeos que me fueron descubiertos por mis adorables sobrinos. El gran antro-etnólogo señor Zorman  distingue una serie de «tribus urbanas» que en su mayoría no existían cuando yo era chico por la sencilla razón de que entonces no había tribus urbanas siquiera. Diferencias diastráticas, pues, que no sólo son diatópicas, sino también diacrónicas (no se lo creerán, pero cuando me salen frases así, me parto de la risa yo solo). ¿Qué decía? ¡Ah, sí! Que si es difícil que un turco medio comprenda lo que nosotros entendemos por hortera, lo mismo puede decirse de cani. Es decir, pijos, friquis, jevis (aunque en Turquía sean «metálicos») o raperos, puede que los haya en todas partes, pero hay otros que son muy específicos, como el hortera o, en Turquía, el «maganda».

Me sa ocurrío aplicar a todo esto un carré sémiotique por aquello de que en mi juventud adolescente no había raperos (cuya existencia desconocíamos hasta que se puso de moda la versión original del «aserejé», allá por el año catapúm), friquis (puesto que no se había estrenado La guerra de las galaxias, anterior, no obstante a la copla mencionada, ni existían vídeos en los que grabar series de televisión y, ya puestos, no había más que dos canales, donde se veían ambos, que en Córdoba no era el caso), góticos (puesto que el punk vino luego, el after-punk después, y el cyberpunk aún más tarde), ni, estrictamente, canis (por aquel entonces llamados más bien chorizosquinquis si eran lo bastante profesionales). Bien, no quiero enrollarme sino explicarles cómo las clases (si eras de derechas) o colectivos (si no lo eras) sociales de mi infancia eran mucho más próximos a los turcos que los actuales.

Para ello vamos a tomar como elemento base el pijo, que a Dios gracias es bastante similar en todas partes, a lo que no dejan de coadyuvar (verbo innecesariamente difícil donde los haya) los colegios internacionales excepto ése en el que estudiaron ustedes, si es el caso y menester. Pondremos pues, el elemento pijo arriba a la izquierda y abajo a la derecha tendremos que poner el contrario, el no-pijo por antropofagia, digo, por antonomasia. ¡Ja! Con la iglesia hemos topado. Por lo que veo en los vídeos, la verdadera némesis del pijo creo que ahora sería el cani (puesto que es concebible la existencia de pijos de tendencias friquis o raperas, etc.). Sin embargo, tanto en mi variante diastrática como en la diatópica no era ése el caso. Es decir, parte del componente agresivo y outlaw del chorizo podía ser perfectamente asumible por un pijo deseoso de emociones fuertes, siendo, por tanto, complementario (abajo a la izquierda). Fruto de la fascinación de los estratos socioculturales más altos por estos desheredados de la fortuna fue lo que se dio en llamar «cine quinqui», horror hispano y coyuntural que consistía en darles a nuestros chorizos protocanis un tratamiento similar al que se da a los narcotraficantes de The Wire, por ejemplo, añadiéndole un toque de realismo social y consiguiendo así efectos aún más desastrosos de lo que cabía prever. Todavía recuerdo con sumo gozo una frase imborrable (como lo demuestra el hecho de que me acuerde) de una de aquellas películas: «Te lo juro por mi libertá». Y yo les juro que todavía me parto cuando se me viene a la cabeza.

En los tiempos heroicos, el eje contradictorio al pijo no lo ocuparía el chorizo, pues, sino el hortera. Es decir, un pijo español comilfó podría ser un poco choricete, pero jamás hortera. Desdichadamente, es ésta una de las clases sociales más difíciles de explicar a los turcos por la sencilla razón de que aquí el elemento pijo admite un grado de horterez notable. Por supuesto, una pija clásica de Nişantaşı jamás se pondría uno de esos chándales de terciopelo con pedrerías que podría llevar sin rubor Carmela Soprano (que, no lo olviden, no en vano es de Nueva Jersey), y con todo y con eso tengo mis dudas, pero una neopija estambulina no dudaría en ponerse su chándal y sus tacones para ir, como decía Martirio, «arreglá pero informal», aunque jamás al híper sino a los mejores delicatessen del lugar. Si el cine quinqui era el reino de los Chichos y los Chunguitos, en el horterío patrio español dicha música étnica se combinaba con la disco más funki llegando a crear nuestra raza hispana (ínclita, ubérrima y fecunda, no lo olviden) un ente bicéfalo llamado (dúo) Bacarra mezcla de Azúcar Moreno (por la parte de los Chunguitos) y Bonnie M (por la discotequera), que tuvo mucho éxito en Alemania (¿¿¿???). No sé hasta qué punto el éxito alemán del dúo se debería a la emigración y si hubo algún tipo de contaminación cultural entre la española y la turca. En cualquier caso, en Turquía lo más próximo a un hortera, y, por lo tanto, lo que jamás sería un pijo, es el macarra de playa luciendo abrigo de pieles de vello superfluo y paquete de Marlboro metido en el bañador turbo pelotero que a su vez le permite lucir el otro paquete, el metafórico. Aquí se le conoce por el nombre de «maganda».

Bueno, pues ya tenemos tres patas del banco, como las hijas de Elena ¿cuál será la cuarta? ¿Qué tipo es el contrario del pijo sin ser su contradictorio? En mis tiempos y en Turquía, la solución es simple: el progre. El progre puede ser de origen pijo u hortera (en España) e incluso puede tener sus dejes macarrillas, pero nunca tendrá tendencias violentas choricísticas de ningún tipo y, de hecho, será bastante media leche. ¿Qué es lo que ocurre? Pues que en España ya no hay buenos progres que podamos colocar en un cuadro actualmente. Siguiendo la taxonomía de Zorman, se te han podido convertir en góticos por el lado progre/ new wave/ punk/ after punk/ gótico, en friquis por el lado hippie/ místico/ elfojedi/ friqui, o en quién sabe qué.

Bueno, vamos a dejarnos de pegoletes y volver a la dificultad de la traducción de los grupos sociales. Para ello vamos a ayudarnos de unos cutre-cuadros semióticos:

España, ahora:

España, antes (años ochenta, mil novecientos):

Turquía, general:

Resumamos los problemas de la traducción de los grupos sociales. Pos resulta de que en Turquía: a) Se incluye un elemento pre-desarrollismo que en España había desaparecido en los ochenta: el cateto landista (kıro). b) Exceptuando el eje del modo secundario pijo-progre (alias el Ilustrado), el resto del cuadro está impregnado todo él de cierta horterez, incluyendo los modos básicos pijo y progre; o sea, se permite que te guste más éste que éste, es decir, puedes ser más «Orhancı» que «Ferdici» y a buen entendedor pocas palabras bastan, pero ambos siguen haciendo música arabesca y con ninguno se te va a considerar un árbitro de la elegancia, así que mejor a lo seguro, Mozart, Bela Bartok y tal. c) El «maganda» se corresponde bastante con lo que decía aquella copla de Los Ilegales de «Soy un macarra, soy un hortera», es decir un tipo mixto del antiguo eje chorizo-hortera. d) Hay que tener en cuenta las idiosincrasias de algunos fenotipos; es decir, no es exactamente lo mismo un pijo español que uno turco mientras que un heavy español y un metalcı turco son prácticamente intercambiables.

Sobre todo no hay que olvidar que la apreciación de la elegancia puede ser algo subjetivo y condicionado por diversas circunstancias. ¿A qué modos derivados o fenotípicos pertenecerán el tío de la gorra y el Guillermito de AC/DC? ¿Cómo traducir la realidad de esa línea lírica tan española que va de Alfredo Landa a Fernando Esteso y a Torrente, el brazo tonto de la ley? ¿Acaso a alguien no le parecería elegante y chuli Sean Connery en Zardoz? ¿Por qué Vampirella tiene mejor pinta con un atuendo similar? ¿Qué me dicen de Raffaella Carrá?

Siempre me acuerdo de una entrevista a Katey Sagal. Contaba que le habían propuesto que interpretara a Peggy Bundy vestida con bata de guata, rulos y tal, pero ella se permitió indicar que la verdadera y auténtica ama de casa norteamericana esposa de dependiente de zapatería de señoras ex-ídolo del colegio no viste así, sino que siempre lleva un peinado de tres palmos, unas uñas de metro y medio y unos modelitos que dañan la vista. En Turquía todavía no ocurre eso, de la misma forma que tampoco pasaba en España, pero todo se andará. Todo cambia y fluye y a veces lo que ayer era hortera hoy es kitsch y lo que hoy no soportamos mañana será un top of the pops. ¿Habría alguien oído hablar de Beethoven de no ser por Miguel Ríos?

P. D. Igual la semana que viene no puedo publicar nada porque voy a estar liado con unos talleres de traducción. Ya les contaré.

Acerca de Rafael Carpintero

Traductor y profesor en la Universidad de Estambul
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7 respuestas a La intraducibilidad (¿?) de los grupos sociales

  1. carmencar dijo:

    Pañolito si que es una palabra clasica, elegante y sobre todo muy nuestra. Gracias por recordarnos palabras tan especiales y casi olvidadas
    Cienes de besos

  2. Sole dijo:

    Yo soy cani, cani,cani,cani… Muy bueno el análisis de las tribus. Sólo echo en falta a los Emo, tipo amantes de Crepúsculo (aunque tampoco es que los diferencie mucho de los góticos ¿¿??)

  3. Tremebundas vicisitudes a las que nos enfrentamos los traductores, para que luego nos sustituyan por traductores online que ¡vete tú a saber cómo resolverían tal complejidad! Un recorrido cultural y lingüístico por las tribus urbanas de distintos lugares y momentos, tan amplio como interesante y lleno de humor. Me he partido de risa

    • Tampoco es para tanto. Acabo de escribir en un traductor la frase «Mi prima es una hortera que se casó con un chorizo a pesar de que la pretendía un pijo con pinta progre» y me la traduce como «My cousin is a tacky who married a sausage though that meant a posh-looking progress». No cabe duda de que casarse con una salchicha supone un progreso.

  4. María Galera dijo:

    Liberado el regalo-posted de su bonito envoltorio -primera lectura-, y con la natural tendencia que una tiene a establecer extrañas conjeturas; tras recrearme lascivamente en la desnuda realidad -segunda lectura-, siento un irrefrenable impulso trival a entonar atávicos lelilíes.
    Traducir versos…En la poesía clásica, el verso tiene una estructura melódica basada en golpes acentuales distribuidos rítmicamente; en su traducción esos efectos rítmicos y sonoros irremediablemente desaparecen.
    Cualquier poema fluye del alma como catarsis liberadora. En la poesía de versificación libre, sería necesario que el poeta «interpretara» al traductor la mirada anímica con que vivifica y transmuta los seres y las cosas.
    Por edad, me encuadro en alguna tribu ibera. Sí recuerdo que por entonces solo había dos grupos: el de los estudiantes, y los no leídos. El primero, a cambio de sumisión, obediencia y una nota media de 7, podía ser becado por el Régimen. De la globalización y el progreso han surgido casi tantas tribus urbanas como barrios. Y como son seres vivos que crecen y se desarrollan, normalmente acaban diluyéndose en su propio tejido social. Los pijos no, nunca se diluyen, ellos flotan; tanto o más visibles se hacen los que aspiran a serlo -aunque sea a costa de que otros traguen agua-. Todos aparecen impolutos, en el momento y lugar que el decoro y la vanalidad de sus dominios requieren para embaucar de palabra, obra u omisión.
    Desde la Torre de la Justicia, un saludo afectuoso.

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